El romero es una hierba por excelencia en los ámbitos culinario, de la salud y de la belleza. Si bien los paisajes rurales pueden fomentar su crecimiento sin esfuerzo, los habitantes urbanos pueden cultivarlo en macetas, aunque con mayores desafíos para mantener su vigor.

El romero prospera con luz natural directa, pero la exposición prolongada a la luz solar intensa corre el riesgo de quemar las hojas. Durante los períodos más cálidos, se beneficia de lugares semisoleados con mucha sombra, mientras que en climas más suaves o fríos, se prefieren los lugares bañados por el sol.
Las fluctuaciones de temperatura plantean desafíos para el romero, que prefiere idealmente el calor templado, luchando contra tormentas de granizo, heladas y caídas repentinas de temperatura.

Originario del Mediterráneo, el romero está aclimatado a la sequía y prospera con riego regular. Si bien es posible cultivarlas en contenedores, plantarlas en tierra fomenta un crecimiento más exuberante.

En lo que respecta al riego, la precisión es clave. El uso de sistemas de goteo garantiza una hidratación adecuada sin ahogar las raíces, lo que es crucial tanto para los ejemplares en tierra como en macetas. El drenaje adecuado es esencial para evitar el encharcamiento, lo que requiere un suelo con buen drenaje y la colocación de piedras en las macetas para facilitar el flujo de agua.

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